domingo, 14 de septiembre de 2008

Visita del día 29/08/08. Villa de las Musas de Arellano.

Allá perdido de la mano de Dios, en un altozano rodeado por nada más que campos de cultivo y tierras de ganado, encontramos la ubicación de un nuevo...¿museo?; ¿exposición?; ¿yacimiento arqueológico?. Un poco de cada.
En la calva de un montículo insignificante ha resurgido la historia romana, para uso y disfrute de Navarra y cuantos quieran acercarse a hacerle una visita, que a día de hoy sale barata y un poquitín desangelada.

Lo cierto es que para los que, como yo, vayan en pleno verano, recomiendo se lleven en el maletero una neverita provista de bebidas bien frescas. No es broma. El lugar está protegido de la climatología por un edificio de plasticorro robusto, con lo cual a las 17 horas aquello se convierte un horno. En invierno no creo que uno se pueda quitar los guantes siquiera...
Para los que tengan dudas de cómo llegar desde Pamplona, nada más fácil que salir por Pío XII hacia la autovía que lleva a Logroño. Y aún más allá de la indicación de salida hacia Estella encontraremos todas las indicaciones rosa cultural necesarias para llegar al lugar en concreto.

La Villa de Arellano es una finca rural romana que desarrolló su actividad entre los siglos I y V. Por supuesto, que nadie se engañe: lo único que vamos a ver es una colección de pedruscos, más o menos lo que serían los cimientos y un poco de los muros de lo que fue esta edificación. Lo suficiente como para poder distinguir las diferentes estancias del lugar. Lo digo para evitarle un disgusto a quien no le interesen realmente este tipo de yacimientos.

Las primeras excavaciones se iniciaron hace un buen puñado de años, pero desenterrar, fotografiar, documentar y estudiar hallazgos como este implica mucha gente, muchas horas de trabajo y un presupuesto distribuido con cuentagotas. Pero por fin, en marzo de este año (2008), se abrió al público esta muestra no sólo de vestigios de una época lejana, sino del trabajo y esfuerzo humanos.

Según la documentación facilitada para la visita, la villa está conformada por una serie de construcciones que "en los primeros tiempos del Imperio se destinaron eminentemente a la producción agropecuaria. Con el transcurso de los siglos y siguiendo una corriente generalizada en el mundo romano, acabó convertida en lujosa residencia de campo de una familia de la aristocracia local”.

Los restos que se han dejado al descubierto hablan de por sí de un edificio amplio. Sin embargo, la totalidad de la villa es aún mucho mayor. De hecho, fuera del recinto cubierto encontraremos más restos; lo que no se sabe es si se tratará de localizar otras posibles construcciones cercanas.
En cualquier caso, en nuestro recorrido por las pasarelas habilitadas podremos recorrer el contorno y diferentes estancias del lugar, como por ejemplo la cella vinaria, o bodega, en la que aún se encontraron las basas de varias columnas, así como unas jarras enormes –dolias- en las que se almacenaba el vino. También podremos sentarnos en el peristilo, una especie de patio descubierto característico de las villas romanas.
Pasaremos muy cerca de los mosaicos descubiertos, y por lo menos yo me preguntaría cuántos locos hacen falta para construir semejantes puzzles de color. Algo que merece la pena ver con detenimiento, la verdad. Uno de los mosaicos que podemos ver se encontraba en el dormitorio de la casa.

Otra habitación con mosaico era el salón principal. En la parte curva se supone que se colocarían los triclinium, esa especie de divanes donde los romanos se reclinaban para comer.

El tercer mosaico, el que da nombre a la villa, se encuentra en una sala pequeña de perímetro octogonal. Llamado Mosaico de las Musas debido a su temática, se cree que, precisamente, la salita estaba destinada a sesiones de lectura o meditación. Fue el descubrimiento de este mosaico en concreto el que despertó la actividad alrededor del yacimiento. El mosaico fue trasladado al Museo Arqueológico Nacional; por tanto, el que vemos en Arellano es una reproducción del original expuesto en Madrid.
Para el que sienta curiosidad o afición por esta cultura y lo relacionado con ella, le recomiendo la visita: el folleto y plano que te dan con la entrada son bastante completos y a lo largo del recorrido encontraremos toda la información necesaria en paneles informativos llenos de documentación, reconstrucciones ilustradas del lugar e información adicional sobre los objetos a lo largo del recorrido. Un aliciente adicional es que también se permiten realizar fotos, lo cual se hace tan raro que al principio hasta cuesta ponerse manos a la obra.

Bueno, pues eso: que quizás no es una visita para todos los públicos, que además en los alrededores cercanos no hay más que campos agrícolas y encima sólo lo abren en fines de semana...Está un poco limitada la cosa, pero por lo que cobran (un euro), la verdad es que los medios son más que suficientes e incluso mejores de lo que cabría esperar.
Así que yo aprovecharía, aunque sólo sea por todo lo que culturalmente hemos heredado de los romanos (aunque aguar el vino no es que sea una de esas cosas que les agradezcamos).

domingo, 7 de septiembre de 2008

Visita del día 27/08/08. Museo de Dibujo.

Otra visita y un museo nuevo. No es que el museo en sí sea nuevo, que ya tiene sus añitos, tanto por dentro como por fuera. Es una de esas torres de cuando España casi ni se llamaba España y todo era revoltijo y confusión...una de esas edificaciones que lo mismo que ha sobrevivido, podría haber desaparecido para siempre...

En esta ocasión dejamos Bilbao en paz y nos trasladamos a Huesca, a través de carreteras de mala muerte, esquivando camiones, sufriendo con los progresos de alguna que otra hormigonera kamikaze...de verdad que cada día apetece menos coger el coche.

Bueno, lo dicho: que a Huesca, dejando atrás San Juan de la Peña (que también me ha dado por visitar) y Jaca (donde ya estuve hace unos años). Tirando para Bisecas y finalmente siguiendo los cartelitos rosas llegamos a Larrés y, buscando siempre alguna cuesta arriba, acabaremos encontrándonos con su castillo, en el que se aloja, para desconcierto de muchos, un magnífico museo de dibujo.
Como casi todas las cosas, este castillo ha tenido su historia y antes de poder convertirse en el museo que es hoy han tenido que pasar años, obras y restauraciones. Para conocer todos los detalles de la vida de estas piedras se puede consultar en la web de los amigos de serrablo.

El castillo (más torre que otra cosa) es interesante de ver sólo de por sí. El bloque y medio tan austero que nos espera fuera se convierte después en una sucesión de salas que parecen no terminar nunca. En la planta baja sorprende, de hecho, un pequeño patio con cuatro arcos apuntados, que recibe toda la luz del día y deja en penumbra las paredes en que encontramos ya las primeras muestras de la exposición.

A su alrededor se distribuyen ya las primeras salas. Aunque están todas numeradas, no es forzosamente necesario seguir el orden, ya que en la mayor parte de los casos encontraremos tanto obra realista como abstracta conviviendo juntas, de tal manera que el aspecto cronológico también parece quedar alterado por completo. Muchos dibujos, aunque sean obras terminadas de por sí, se prestan a actual como bocetos, de tal manera que admiten mejor esta mezcolanza de estilos.

A medida que vamos ascendiendo descubrimos nuevas salas, que ofrecen constantemente esta mezcla de géneros. En cierto modo, esto ayuda a mantener el interés y la atención, ya que evita la sensación de estar viendo siempre lo mismo. Las salas mejor identificadas son las que se destinan al cómic, la viñeta y la tira cómica.

Eso sí, para acceder hasta ellas tendremos que pasar un poco de agobio: se encuentran en la parte más alta de la torre, lo que significa ascender por un tramo de escaleras de piedra, con la cabeza casi pegando al techo y las paredes de ambos lados casi rozándonos los brazos. Y claro está, peor es la bajada que la subida. Muy propio de una torre defensiva, pero quizá poco aconsejable para una instalación cultural.

En fin, pasando a otras cosas: por lo que me han dicho, este año no ha podido ser, pero se espera que para el año que viene se puedan abrir nuevas salas y una galería que sirva de mirador desde la que contemplar el paisaje que rodea el castillo sin obstáculos para la vista, y que desde luego tiene que ser impresionante. Esperemos que haya suerte y los obreros pongan manos a la obra cuanto antes.

Por lo demás, una vez que ya se me ha ido la olla hablando de piedras, pasemos al contenido...En este museo encontraremos bocetos, apuntes, estudios, trabajos académicos, desnudos, ilustraciones hechas con diferentes materiales...Algunas de las obras son de tamaño pequeño o mediano, lo que se podría esperar de un dibujo, por así decirlo.

Pero también nos veremos sorprendidos (y gratamente, espero) por otros de formato mucho más importante y con unos acabados realmente sorprendentes independientemente de que estén realizados a lápiz, carboncillo, pasteles, tintas...

Uno de los puntos principales, yo creo, es no quedarse con la idea de que vamos a ir a ver sólo garabatos esbozados para algún cuadro en proyecto, o tan sólo imágenes a lápiz o carboncillo de desnudos realizados en la academia o alguna facultad de bellas artes.

La calidad de muchosde estos trabajos es innegable, así como su realismo, su precisión en el detalle y en el acabado de las textuas. La exposición es larga de ver si le dedicamos nuestro tiempo sin prisas; además las obras se suelen ir rotando para que no resulte una colección monótona, y para dar cabida a otros trabajos del fondo del museo o a exposiciones temporales.

A lo largo de las salas encontraremos bancos para poder disfrutar sosegadamante. Muchas ventanas, además, conservan las bancadas características de ese tipo de efificaciones, desde donde también podemos detenernos a contemplar el paisaje que rodea el edificio.

Creo que el lugar es digno de ver y no parece muy conocido. Aunque tiene visitas, no parece frecuentado y esa calma y paz resultan muy propicias para tomárselo con calma. Hay estilos para todos los gustos. E incluso no está de más darse una vueltecilla después por el pueblo, que tiene rinconcillos muy atractivos.

Por cierto, atención a las chimeneas de la zona. Son como pequeños faros en los extremos de las casas, cilíndricas y con tejado, en lugar de cuadrangulares y abiertas al cielo. Bastante curiosas.

Visita del día 17/08/08. Retrospectiva de Juan Muñoz

Otra vez Bilbao...aunque esta vez no puedo quejarme demasiado: no llueve, no hace bochorno...vamos, que el tiempo acompaña hasta el punto de apetecer darse una vueltilla por el paseo del Mediterráneo que nos han montado ahí al lado del Guggenheim.
Pero primero, al Museo. A revisitar la exposición del Surrealismo, por qué no. Pero sobre todo y muy importante, la retrospectiva de Juan Muñoz que se me quedó colgada de la vez anterior que estuve de visita en Bilbao.

La exposición es mayormente escultórica y hace hincapié, sobre todo, en la figura humana; sí, una figura humana extraña, no siempre realista y en su mayoría grimosa. Pero figura humana al fin y al cabo.
Hay también otro tipo de piezas donde no hay seres humanos pero que, por su propia naturaleza, nos invocan su recuerdo, casi la necesidad de personaje. ¿Para qué, si no, un pasamanos, la escalera de caracol, la alfombra, los suelos decorativos?
Pero empecemos un poco por el principio, antes de que se nos caiga el tejado de alguna casa imaginaria...
De las figuras de la entrada al Museo no voy a hablar. Cualquiera puede verlas: están ahí para todo el que se les quiera acercar y hacer el indio junto a ellas y con ellas, que de eso no falta. A fin de cuentas, para una vez que las señoritas de rojo no te van a dar la paliza con que “no se acerque tanto” o “no les respire al oído que se oxidan”...

Una vez dentro y tras el canje del bono artean -lo que quedaba de él, recordemos- por una entrada propiamente dicha, entramos y casi nos topamos con la sala “aforo máximo: 20 personas”. No es que la sala se llame así, es que se ve que el personal del museo tiene miedo de que alguien se meta en el bolsillo alguna figurilla aprovechando la superpoblación, no se.

Bueno, en serio (casi): sin terminar de dar la vuelta a una sala llena de figurines bajitos, de cuencas oculares extrañas, se observan poses, ademanes y conversaciones silenciosas interrumpidas por los espectadores...No se si otros sentirán lo mismo, pero me dio por pensar que yo allí estaba de más. No porque molestara a nadie, sino porque me asaltó la sensación de que los únicos que saben lo que hacen ahí son los hombrecillos grises.

Es decir: tenemos un montón de personillas que conversan entre sí, se saludan, se ríen...y luego están los espectadores, solos en sí mismos mientras dan vueltas y vueltas, ignorando al resto de espectadores y curioseando los asuntillos de los grises.
Había una concentración de estatuillas particularmente inquietante: véase un corro de personajes que interactúa mediante su código mudo, a lo suyo y sin molestar a nadie...Yo hice la prueba (no vi que nadie más se animase) de meterme en el puñetero medio del corrillo de las patatas...fuera de lugar, totalmente. No salí huyendo por poco.

Supongo que si uno cede a la sugestión de estas instalaciones acaba sintiendo ese tipo de cosas, no se; de repente vi a todos estos espectadores humanos, incluida yo, como la pieza fuera de lugar en todo este asunto.
A nivel general, y para no ponerme a hablar por turno de cada una de las salas, creo que esta es la sensación dominante allá donde domine la presencia de personajillos. Vayas donde vayas parece que no estás en buen sitio: porque vas a mirar sin saber dialogar, sin saber de qué trata la conversación ni del tema de la misma.

Todos los secretos son cosa de los muñegotes. Todos hablan, actúan, se relacionan...Sonríen mientras se miran o hacen su vida. Y algunas de las cosas que se traen entre manos son incomprensibles, pero se trata precisamente de eso: ellos tienen razón y las cosas son tal cual ellos las hacen...

Aunque quiero hacer un apunte sobre esto: la sensación de colectividad a lo largo de las salas es bastante fuerte; el espectador vaga como perdido cuando encontramos estos grupos de patio de colegio, prisión o sala de reuniones. Es por ello que encontrar a un individuo solo, aislado, castigado contra la pared y sin relacionarse con otro de su especie crea una especie de malestar que debemos contrarrestar buscando motivo a su proceder.
Al margen de estas figurillas de actividades silenciosas, hay otras obras también curiosas. Encontraremos dos habitaciones prácticamente vacías.
Una de ellas parece acusar la ausencia de habitantes. Están los balcones vacíos, las pequeñas escaleras de caracol sin vida, el pasamanos sin escaleras...que, por cierto, era el dolor de cabeza del personal del museo: colocado en la esquina de la habitación, la gente se acercaba tanto a mirarlo que el sensor de proximidad se pasó toda la visita pitando...
Casi parecía formar parte del montaje escultórico por méritos propios.
La otra habitación despoblada tiene el suelo decorado al gusto de los juegos infantiles: utilizando tres colores para crear formas geométricas, la sensación es de que paseamos por una urbanización de cajas, y que para ir en un sentido u otro debemos pisar solamente en la tapa de la caja, que en cada dirección se representa mediante un color distinto...pero hay sólo tres colores, luego una de las cuatro direcciones está prohibida...

Y bueno, que así me podría estar hasta mañana a estas horas, realmente...Es una exposición de mirar desde arriba, desde abajo y luego ya como miramos siempre; hay que husmear, meter la cabeza por los rincones y no acercarse demasiado al pasamanos...(jeje). Hay que dedicarle un tiempo al tren descarrilado, que es otro buen sitio donde meter las narices y a las vitrinas llenas de piernitas en miniatura, de frascos y neceseres congelados...Los dibujos de blanco sobre negro también son recomendables...

Y después de la exposición y si en Bilbao no llueve, paseíto bajo las palmeras recorriendo la ría por el paseo del Mediterráneo.

domingo, 20 de julio de 2008

Visita del día 13/07/08. Parte 3.

Y...aprovechando que ya estaba en el museo, y aunque yo no tengo ni idea de la historia ni avances de la fotografía, me fui también a ver la sala donde se exhiben varias de las obras que forman parte de la colección de la Fundación Ordóñez-Falcón.

Y claro, la información la busqué después.

Colección Ordóñez-Falcón. Pioneros de la fotografía (1845-1930)

Para el Museo de Bellas Artes de Bilbo no es muy común presentar exposiciones de fotografía, aunque en los últimos años parece que la pinacoteca se ha decidido a dar cabida a ciertas muestras gráficas no pictóricas.

Como precedentes, podemos señalar tan sólo otras dos exposiciones fotográficas: “Ciudad Abierta, Fotografía Urbana 1950-2000”, que fue expuesta en 2002; y “Un espacio transformado”, de Patxi Cobo.

Los medios señalan que Javier Viar, director del Museo, se mostraba muy satisfecho durante la presentación de la exposición, sobre todo porque ésta permanecerá en el museo durante un tiempo mínimo de cinco años.

Es éste un hecho de importancia, dada la relevancia que otorgan los expertos a la colección de la Fundación Ordóñez-Falcón. En la colección privada podemos encontrar 1500 obras de diversas fechas y que abarcan toda la historia de esta disciplina. Es por ello que representa una de las colecciones fotográficas más relevantes, y que a menudo son cedidas en depósitos temporales a diversos museos.

Durante la apertura de la muestra que se puede visitar en Bilbao, el propio Enrique Ordóñez explicó que la selección de las obras expuestas en este museo se ha cuidado con detalle. Se buscaba la posibilidad de ceder obras que reflejaran diferentes momentos históricos de la disciplina, a la vez que mostrar las diferentes tendencias defendidas por los creadores.

Así, encontraremos obras que hacen hincapié en la experimentación artística y técnica, frente a otros autores más preocupados por el progreso técnico general y en dejar constancia de los cambios en la industria y arquitectura.

Según la documentación que acompaña la muestra, a través de estas imágenes realizadas entre 1845 y 1930, se descubren los orígenes de la fotografía y sus diversas técnicas. Enrique Ordóñez entró en posesión de este legado hace más de 20 años, lo que le llevó a desarrollar un vivo interés por las instantáneas. La colección de imágenes de la que entró en posesión era en realidad un trabajo de Cartier-Bresson, uno de los autores franceses con más prestigio del siglo XX.

Henri Cartier-Bresson fue un célebre fotógrafo francés considerado por muchos el padre del fotorreportaje. Predicó siempre con la idea de atrapar el instante decisivo (...). Se trataba, pues, de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla el clímax de una acción.

(Wikipedia, cómo no)

La colección fue aumentando progresivamente con obras de artistas aún no reconocidos, o por obras pertenecientes a diferentes estilos vanguardistas de varios países europeos, así como por diversas obras del siglo anterior. Como ya he dicho, yo de fotografía poca cosa; pero algunos de los nombres me resultan familiares y, en cualquier caso, sí que pienso que a quien le interese este tipo de curiosidades debería aprovechar la ocasión.

Hay obras de Talbot, Roger Fenton, Eduard Baldus, Charles Clifford, Heinrich Kühn, Bisson Frères y un porrón más. El que sepa tan poco como yo, que se ponga a teclear en google o en la wiki como he hecho yo, que salen todos y algunos más...

Al margen de esto, hay imágenes que llaman la atención por sí mismas, porque al fin y al cabo no son sólo técnicas fotográficas sino retratos de trocitos de historia. Por ello me llamaron mucho la atención las imágenes dedicadas a maquinaria o a la construcción; no se, por lo que cambian las cosas, supongo. Como hoy en día tratemos de construir un puente sujetándolo a base de armazones de madera se nos monta una tragedia de trabajadores aplastados...

También supone una curiosidad adicional fijarse en los diferentes medios de plasmar las imágenes capturadas.

De esta forma encontramos daguerrotipos, plaquitas de metal con la imagen, que más parecen grabados hiperrealistas que otra cosa.

Tenemos también los denominados “dibujos fotogénicos”, que no implicaban el mismo procedimiento según si hablamos de Hippolythe Bayard o de William Fox Talbot.

Explicar lo que son las fotografías a la albúmina es toda una aventura, pero si a alguien le interesa, le recomiendo que eche un ojo aquí, donde además tiene a su disposición un mogollón de información adicional sobre la historia de la fotografía, y encima en castellano, para que nadie se queje de que no sabe inglés. También se da una breve explicación de lo que significa trabajar con papeles a la sal.

En fin...que no me enrollo más. Que recomendable para el que no entiende ni jota de esto, porque está lleno de curiosidades en imágenes y en procedimientos, y recomendable para el conocedor porque seguro que se reencuentra con viejos conocidos y se lo pasa como un nene.

viernes, 18 de julio de 2008

Visita del día 13/07/08. Parte 2. La Obra Invitada

Judith y Holofernes, de Artemisia Gentileschi

Mira tú por dónde. En el primer año de carrera me decidí a hacer un trabajo de análisis sobre esta obra de la astista Italiana Artemisia. Oscuro, tenebroso, sangriento...vamos, lo ideal de la muerte (es broma).

No, en serio. Nos pidieron que escogiéramos una obra poco conocida, más que nada para que el análisis de la obra fuera nuestro y no de los libros (o el libro) de la biblioteca. Vamos, para que nos lo curráramos un mínimo, por lo menos.

Así que, husmeando en la biblioteca, tropecé con esta obra. Entre el tema sangriento, que no lo veo apropiado casi para ninguna época, y el hecho de que estuviera pintado por una mujer con el estilo tenebrista de Caravaggio me hizo pensar que, de seguro, la obra no era conocida ni de lejos. Y eso me decidió a analizarla.

Hasta hoy. Resulta que en la web del museo de Bellas Artes de Bilbao tenemos como Obra Invitada el cuadro que yo había analizado y que, junto con otros detalles de la historia del cuadro, han hecho que despierte mi interés aún años después.

Claro que, cuando llegué al Museo y vi el cuadro...resulta que no era el mismo cuadro que yo había analizado. Lo primero que pensé fue que lo habrían restaurado y que sería debido a eso algunos cambios de tono que recordaba de memoria. Así que, herramienta divina en mano, me puse a teclear en la sección de imágenes de Google.

Y llegué al cuadro expuesto en el Museo y... no encontré el cuadro que yo había analizado (tengo la fotocopia del libro de la biblioteca del que hice el análisis en su día, guardado en el armario de los recuerdos).

Después de jugar un rato a las 7 diferencias llegué a la conclusión de que no, de que no se trataba de ninguna restauración. Eran dos cuadros muy similares, pero no el mismo.













No está muy documentado, pero, en efecto, la pintora hizo dos versiones del mismo tema, separadas temporalmente por casi 10 años.

Un poco de historia

La obra “representa a Judith, una viuda hebrea, joven y rica, en el momento de cortar la cabeza al general asirio Holofernes, que estaba asediando con su ejército la fortaleza de Betulia. Cuando la pequeña ciudad estaba a punto de rendirse, Judith, acompañada de su criada Abra, y con la firme intención de vengar el asesinato de su marido, pero, sobre todo, para liberar a la ciudad del enemigo, lo decapitó”.

Artemisia Gentileschi nació en Roma en 1593; fue alumna de su padre Orazio, uno de los pintores más próximos a Caravaggio.

El tema elegido por Artemisia Gentileschi era bastante recurrente por parte de los pintores de los siglos XVI y XVII . Todos escogieron pintar bien el momento en que Judith muestra triunfal la cabeza de Holofernes, bien el momento en que las mujeres huyen del campo enemigo tras el asesinato. Sin embargo, Artemisia decide escoger el momento más dramático de la narración, es decir, la propia decapitación.

La motivación que pudo tener Artemisia para decidirse por este momento tan cruento tiene, según muchos expertos, una relación estrecha con un hecho traumático sufrido por parte de Artemisia, que fue violada en 1612 cuando contaba 19 años por parte de Agostino Tassi; éste era amigo de su padre, Orazio Gentileschi.

Es decir, que la realización del cuadro fue una reacción prácticamente inmediata a este suceso. Al principio, él prometió salvar su reputación casándose con ella, pero más tarde renegó de su promesa; en ese momento Orazio lo denunció ante el tribunal papal.

La instrucción, que duró siete meses, permitió descubrir que Tassi había planeado asesinar a su esposa, que cometió incesto con su cuñada y que había querido robar ciertas pinturas de Orazio Gentileschi. Finalmente, Tassi fue condenado a un año de prisión y al exilio de los Estados Pontificios.

Así que...en conclusión

A ver, recapitulemos: yo he empezado todo esto porque quería ver un cuadro del que hice un análisis años atrás y cuya historia me emocionó. Y resulta que cuando voy al Museo, el cuadro que yo iba a ver no era el cuadro que yo quería ver. O no del todo.

¿Y por qué? Pues porque había otra obra rondando por ahí de la que nadie cuenta nada, y que es de la que yo hice el trabajo.

Al que le interese, la obra se puede contemplar en el Museo hasta el 28 de Septiembre.

(...) lo que más impresiona es la impasibilidad de la pintora, que fue incluso capaz de darse cuenta de cómo la sangre, al chorrear violentamente (...) pueda manchar su novísimo vestido de seda amarilla (...).

Roberto Longhi,
Gentileschi padre e figlia, 1916

Visita del día 13/07/08. Parte 1.

Bilbao, otra vez. Hoy ya no llueve...hoy luce un tímido sol y tenemos una humedad ambiente que no hay quien la aguante. Y cuanto más ligerita la ropa que lleves, antes se te pegotea por todas partes...Es lo que tiene estar embutidos en un valle.

Así que, cuando ha llovido pero no despeja y pretende salir el sol, la humedad se dispara, y es uno de los mejores momentos para encerrarse en un museo, ya que el tiempo no acompaña para hacer turismo al aire libre.

Además del BBAA, también hay una exposición que me interesa en el Guggenheim, así que me cojo el bono Artean y adelante. Para los que no lo sepan, este bono permite entrar tanto en el Museo de Bellas Artes como en el Guggen. Vas un día a uno y al otro Museo puedes ir en cualquier otra ocasión, antes de que finalice el año. Se puede adquirir indistintamente en cualquiera de los dos museos.

Hay veces que para entrar en el segundo Museo es necesario parar un par de euros más, con motivo de alguna exposición especial o cosas así, pero sigue saliendo algo más barato que pagar las dos entradas íntegras. El bono cuesta 12.50, que es lo que actualmente vale ya por sí sola la entrada al Guggen.

Bueno, pues a lo que íbamos: la exposición temporal patrocinada por la BBK...Aunque bueno, que nadie se engañe: todas estas obras en realidad forman parte de la colección del Museo, sólo que se han escogido un buen puñado de ellas para dar el enfoque pertinente al planteamiento en cuestión:

De Goya a Gauguin

¿Y qué nos vamos a encontrar? Pues cuadros, cuadros y más cuadros. Bueno, y alguna escultura, cierto. Hay una en particular muy graciosa, de una especie de monaguillo con un incensario tirado por el suelo.

La escultura se titula “¡Accidente!”, y es genial el gesto y la pose del monaguillo: con una rodilla flexionada y la pierna medio encogida bajo el cuerpo, abrazándose a sí mismo con un brazo hasta esconder la mano bajo el sobaco contrario y llevándose la otra mano a la boca, como tratando de amortiguar el grito de dolor que se percibe con total claridad en su rostro.

Es una escena tan creíble, tan real y tan “de cualquiera” que quizá por eso provoca hilaridad y preocupación a un tiempo: esperemos que al modelo no le hiciera falta machacarse el pie con un ladrillo cada vez que al autor le hiciese falta inspiración...

La muestra recoge obras de muchos artistas representativos de estilo y época, pero no se trata de hacer aquí un nuevo resumen histórico sobre las revoluciones e innovaciones del arte de antes y después de las vanguardias.

Prefiero, directamente, quedarme con algunas de las obras que me llamaron la atención. Yo, ante todo, soy de pintura clásica. Con o sin manchotes, empastada, fluida...me da igual. Los cuadros abstractos pueden tener o no mucha labor intelectual por detrás, y pueden gustar o no, al margen de que se valoren más o mejor los postulados del movimiento que defendía. Para valorar esas obras hay que conocer y estudiar un mínimo el momento histórico, su momento artístico, al autor y el movimiento al que pertenecía.

Y no es que yo sea vaga para esas cosas, pero no puede negarse el mérito de tener que tirarse horas haciendo puntillitas en el vestido de tal o cual señora, que es un trabajo que puedo apreciar sin género de dudas; de verdad, el artista (o aprendiz) que es capaz de no volverse majareta tras pintar tanta morrallita tiene toda mi admiración. Véase “Retrato de dama en rosa y blanco”, de Ángel María Cortellini.

Otro cuadro impresionante, tanto por tamaño como por detalle y esfuerzo, es el de “Sansón y Dalila” de José Echenagusia. Está el cuadro como para sentarse un rato en uno de los bancos y quedárselo mirando un buen ratazo.

Y luego levantarse y mirarlo más de cerca, para ver todos los manchotes de pintura, porque los brillos de las perlas y los brazaletes no son “más que manchotes de pintura”, eso sí, muy bien puestos.

Y luego volver a alejarse para comprobar que, desde la distancia en que se abarca todo el lienzo con un golpe de vista, ni rastro de los manchotes.

Hay también cuadros tristes, o por lo menos esa sensación me dan a mi. Son las obras de Adolfo Guiard. Personalmente me parecen obras más estáticas, melancólicas. Casi todos sus lienzos son tremendamente azules, como si fuera un filtro dominante.

Algunas de las obras más pequeñas del artista recuerdan más a ilustraciones, porque todos los bordes están bien delimitados, como si los dibujara a tinta.

También se exhibe “La promesa”, en la que no me voy a entretener porque, como es una adquisición reciente del museo, hay documentación a patadas sobre el tema en Internet.

Eso sí, el hombre pintaba los codos de una manera estupenda. Una envidia tremenda.

Tenemos también una obra sobre Tristán e Isolda, de Rogelio de Egusquiza; tiene unos tonos muy suaves que contrastan con la escena que representa la muerte de los dos personajes legendarios.

Y, en general, hay pasajes y escenas de corte costumbrista que no deben pasarse por alto, como la “Escena a la puerta de una venta”, de Alenza, “La feria de Sevilla”, de Cortés y Aguilar, “Vista general de Toledo desde la Cruz de los Canónigos”, de Villamil (preciosa luz en dorados y ocres), “La dama del lebrel”, de Alfredo Stevens (otro vestido de un rojo profundo, lleno de puntillitas), “Vista del Abra de Bilbao desde Algorta”, de Juan de Barrueta (luminoso y azul radiante), o “Puerto de la Morcuera. Sierra del Guadarrama”, de Jaime Morera (lleno de nieve y picos montañosos).

Vamos, que se puede pasar un día estupendo con esta exposición (aunque esta tardem que por fin va a salir el sol, a mi no me pillan metida en un museo otra vez ni de globo).

Visita del día 24/03/08. Parte 2.

Cosas del Surrealismo

La exposición que dedica el Guggenheim al Surrealismo realiza un compendio de todas las posibilidades artísticas que desplegó en su día este movimiento. El Surrealismo trasladó a todas las disciplinas disponibles los principios de un colectivo que entendía este “–ismo” como algo más que una mera expresión que reflejar en cuadros o esculturas.

En esta exposición se ven muchos ejemplos del ámbito de aplicación del movimiento; a lo largo de las diferentes salas podremos comprobar “la influencia del mismo en el mundo del diseño: teatro, interiores, moda, cine, arquitectura y publicidad”...

Históricamente, las vanguardias en general y muchos artistas en particular han sido rechazados por ser unos “adelantados a su tiempo”. La reconciliación entre las nuevas ideas y los valores ya asentados se ha hecho difícil más de una vez y ha suscitado censuras en su tiempo. En muchas ocasiones han sido necesarios muchos años, e incluso la muerte del movimiento, para proveer una perspectiva temporal e histórica que permita un análisis más justo de las revoluciones artísticas.

El Surrealismo, por el contrario, despertó emociones encontradas. Mientras que más de un cuadro de Dalí suponía una invitación a la provocación, otro tipo de aportes artísticos tenían mejor acogida y mayor repercusión...mercantil.

La exposición cuenta con cerca de 250 objetos procedentes tanto de colecciones públicas como privadas. Como valor añadido, la muestra pone de relieve las tensiones que surgieron a raíz de la creciente comercialización de este movimiento.

Comprobaremos constantemente el énfasis dedicado a la figura de Dalí, el artista del Surrealismo más célebre de España, así como de su gran aportación al movimiento en forma de pensamientos, escritos y obras de muy diverso carácter.

Personalmente, creo que una de las paradojas más interesantes de la muestra es la convivencia entre cuadros sobradamente conocidos para quién esté familiarizado con la obra de Dalí y objetos de carácter más utilitario: mobiliario, vestuario, joyas, cerámica, textiles...

Sabemos que entre las paredes de un Museo de arte moderno hoy día podemos encontrarnos “cualquier cosa”. Quizá por ello me sorprenda esta sensación de paradoja que mencionaba, al entrar de repente en una sala repleta de muebles perfectamente funcionales o de vestuario oscuro y de corte...vamos a decir gótico; en muchos casos, podríamos imaginarnos esos objetos como parte de la vida cotidiana de una persona y definirlos como productos para “frikis”.

Y no es que sean objetos de mal gusto ni nada parecido. Salí de la exposición con ganas de decorar las puertas de mi armario, que últimamente me daban la sensación de...no se, como de que les faltaba un paisaje.

Por otra parte, el Surrealismo ha sido siempre un movimiento que me ha llamado la atención. No nos entendamos mal: no soy ni mucho menos una conocedora del tema. Soy la típica aficionadilla que ve obras del Surrealismo y siente cierta afinidad con ella, por diferentes motivos. Hay muchas obras de Dalí, tanto pictóricas como escultóricas o decorativas que es inevitable conocer a poco que se hojee un libro sobre él o sobre el Surrealismo, o en las revistas de arte que le dediquen un artículo o reportaje...re(Encontrarme) con el original de estas reproducciones ha supuesto un pequeño calambrazo de emoción y satisfacción.

La muestra es sin duda recomendable, y no ya desde un aspecto académico, sino simplemente para experimentar algunos de estos contrastes que ya mencionaba, además de muchos otros.

No nos encontramos ante una exposición de Dalí, pero quedaremos satisfechos de Dalí.

No nos encontramos ante una exposición de moda urbana pasada o futura, pero encontraremos prendas y accesorios dignos de una película de terror histórico o de una pesadilla en blanco y negro (y, obviamente, ni nos encontramos en la primera ni en la segunda).

No nos encontramos en una joyería, pero desearemos llevarnos a casa una estrella de mar o dos.

No nos encontramos en IKEA ni sucedáneos, pero ya nos gustaría encontrar a la venta un par de muebles como ésos. Yo, por lo menos, tengo debilidad por los armarios pintados y las mesitas redondeadas. Acompáñese de langosta mientras contesta el teléfono, por favor.

No nos encontramos en el teatro ni saldrán a representar la obra los actores del momento, pero podremos visitar el escenario desde todos los ángulos alrededor sin que nos pongan un telón por el medio...

Y todo en una misma exposición, en una sola (y muy grande) planta, dentro del mismo museo...donde aún nos aguardan más cosas.

Ésta del Surrealismo, hasta el 07 de septiembre del presente 2008.

jueves, 17 de julio de 2008

Visita del día 24/03/08. Parte 1.

Bilbao como siempre, gracias: gris tirando a look mediterráneo, con ese paseo lleno de palmeras que nos han instalado a lo largo de la ría.

Este día en cuestión fue, además, especialmente gris en la villa. Como siempre que la menda tiene vacaciones (Semana Santa en este caso), Bilbao decide que la mejor opción es ofrecer inmejorables estampas de lluvia.

No es la mejor ambientación para recurrir a un museo de arte moderno, pero bueno, en esta ciudad es lo que hay. Ya nos hemos acostumbrado.

Pues eso; al Guggen a hacer doble visita: por un lado la exposición dedicada al Surrealismo. Y de propina, a tiempo de ver también la que llevaba por título “Art in the USA: 300 años de innovación”; que mira por dónde, yo pensaba que ya estaba pasada de fechas.

Y si nadie tiene inconvenientes, con esta última empiezo mi parrafada.

Quien piense, a estas alturas, que en el Guggen no hay sitio para el arte tradicional...que se lo vaya quitando de la cabezota de una vez y para siempre. La arquitectura de planificación imposible no es incompatible con la pintura tradicionalista.

Art in the USA: 300 años de innovación


La exposición ofrece un pasillo cronológico, un recorrido por la historia pictórica americana y una muestra de los cambios de estilo producidos en consecuencia.

De ello y de algunas de las obras expuestas deducimos que desde 1700, y en “tan solo” 300 años, la plástica americana sufrió una serie de avances casi convulsivos. Realmente es un plazo de tiempo breve para tal despliegue artístico.

Supongo que este “fenómeno” puede llevarnos a pensar que los pintores americanos han tenido que hacer un esfuerzo por “ponerse al día” no sólo con respecto a las técnicas pictóricas del continente, sino con el tipo de expresión y recursos que ofrece la pintura para relacionarse con el medio.

Gracias a este recorrido histórico, una de las primeras cosas que podemos apreciar es un antes y un después a nivel colonial; tal y como se indica en la documentación ofrecida por el museo las obras iniciales de la exposición “(...) son un reflejo de la cultura puritana de Nueva Inglaterra(...)”.

Conforme pasa el tiempo, América adquiere una nueva conciencia de sí misma; comienza un periodo en que se percibe la forja de una nueva identidad como nación. Pictóricamente, esto se traduce en un cambio de temática. Los cuadros de índole colonial van dando paso a otros en los que se exalta la grandeza del país, ya sea mediante el énfasis en el americano pudiente o mediante la demostración del orgullo por una naturaleza plagada de grandezas sobrecogedoras.

El punto álgido de este sentir puede reconocerse en la Declaración de Independencia, momento a partir del cual “hubo un deseo renovado de marcar diferencias entre el arte norteamericano y la tradición europea. Los retratos de líderes civiles y figuras públicas no estaban destinados a inspirar ni reverencia ni admiración, sino orgullo nacional y entusiasmo”.

A partir de este momento el arte americano va alterando su rumbo y sus métodos de expresión conforme a lo que ha venido sucediendo en la historia del arte a lo largo de los siglos: el espíritu local y mundial del artista concibe una serie de “productos” que son reflejo de los tiempos y de los hitos históricos que van aconteciendo con los años.

Desconocedores como somos (por lo menos yo) de las corrientes artísticas americanas, no pretendo ni mucho menos realizar un falso estudio del recorrido que nos ofrecen las obras de esta primera parte de la exposición.

Sin embargo, tras recorrer las diferentes salas de la exposición (en ambos sentidos, además...), y siendo la mayor parte de los cuadros totalmente desconocidos para mí, se puede apreciar una afinidad genérica con lo que han sido las circunstancias artísticas europeas, más familiares a mi conocimiento. Es decir, ese inicio pictórico que primero sirve a un colectivo y a unos propósitos y poco a poco gana en independencia y en dinamismo.

Tal vez esta vida acelerada y a contrarreloj del arte americano ha sido otro factor determinante para que sea en esta nación de gran consumo, precisamente, la que produzca un estilo de expresión como el arte pop, del que también hay obras representativas en la exposición.

Pensando hoy en la exposición de hace ya meses atrás, queda una fuerte sensación de que el intercambio de estilos en el arte americano -de tradicionalista a moderno- ha sido más un salto que una progresión. Tengo el recuerdo de todos esos cuadros de retratos sociales y políticos, de impresionantes paisajes americanos, de escenas costumbristas (coloniales o no) y, de pronto, de una sala con obras abstractas de factura casi violenta y espontánea, de láminas y lienzos al más puro estilo pop, de comic para pared a lo Roy Lichtenstein y de obras que sobresalen de la pared para no ser ni cuadro ni escultura.

Claro que, como bien se puede suponer, esta sensación de salto brusco en los estilos no deja de ser un recurso prestado, una exageración lograda gracias al cambio de salas al que se nos obliga, y que separa las obras no tanto por su progresión temporal como también por sus estilos, dando la sensación un poco artificial de que la historia del arte también se escribe por bloques, como en los libros de texto de historia, donde cada capítulo parece no tener nada que ver con el anterior o el siguiente.

La mejor obra (jeje); la cerilla quemada.